Curso de verano de la UIK sobre paisajes fluviales

La semana pasada asistí al curso de verano la UIK sobre paisajes fluviales. Me encantan estos cursos de verano, así que todos los años examino a fondo la lista para intentar elegir los que me parecen más interesantes entre la amplísima oferta (¡y los que encajan con mi agenda porque, si por mi fuera, me apuntaría a muchos más!). Escogí este tanto por la cercanía como por su relación con uno de los ámbitos sobre los que más traduzco y pronto me quedó claro que fue una decisión acertada.

El curso comenzó con una introducción a cargo de Agustín Azkarate y Jon Asua, que hablaron de la importancia de huir de la dicotomía entre el patrimonio natural y el cultural y abordar el paisaje desde una perspectiva holística y transdisciplinar. La premisa de buscar puntos de encuentro en torno a la salud, el cambio climático y, en definitiva, las personas, fue una idea que se repitió una y otra vez a lo largo del curso.

La ponencia de Javier Monclús versó sobre los proyectos urbanos y paisajísticos en los paisajes fluviales e ilustró cómo en las ciudades europeas se han empleado durante siglos estrategias híbridas, a caballo entre lo natural y lo artificial. A partir de un gráfico muy esclarecedor nos mostró que las ciudades se han ido distanciando de los frentes fluviales desde la década de 1970 y que, poco a poco, los ríos han ido protagonizando los planes de urbanismo. En relación con esto nos presentó varios planes y proyectos de regeneración de cauces fluviales, empezando por el caso paradigmático de la región del Ruhr (Alemania), zona industrial muy degradada que se renovó en la década de 1980, y siguiendo con Madrid Río, los planes para el Baix Llobregat en Barcelona, el parque fluvial del Turia en Valencia (un caso de distanciamiento extremo en el que la ciudad perdió el río y, gracias a un fuerte movimiento ciudadano, se creó un parque lineal que hoy en día es un corredor ecológico) y finalizando con el nudo hidrográfico de Zaragoza, formado por el Ebro, el Gállego, el Huerva y el Canal Imperial de Aragón, que se ha convertido en un anillo verde que rodea la ciudad.

Después de una pausa, Marc Neumann presentó una ponencia sobre el cambio climático antropogénico. Tras hacer un repaso de los efectos ya visibles atribuidos a este fenómeno, se centró en los relativos al ciclo hídrico y puso énfasis en las numerosas interacciones que pueden aumentar o disminuir los impactos. Mencionó los planes de adaptación al cambio climático elaborados por URA que están en vigor en el País Vasco, así como el proyecto Urban Klima 2050. En cualquier caso, insistió en que hay que dar prioridad a la prevención y, en ese sentido, es vital lograr una reducción rápida y continua de las emisiones de CO2.

A continuación, Askoa Ibisate, Arantza Martínez de Lafuente y Jon Asua participaron en una mesa redonda con la moderación de Lara del Valle. Antes de comenzar, Askoa y Jon nos pusieron en contexto con sendas presentaciones: la primera explicó qué son los ríos, en qué se diferencian los dos tipos que encontramos en Euskadi y los problemas que acarrean las barreras que impiden la conectividad, mientras que el segundo se centró en la normativa supramunicipal, donde es fundamental tener en cuenta los componentes medioambiental, hidráulico y urbanístico para mejorar el espacio y la vida de las personas. En el debate, todos coincidieron en que hay mucho margen de mejora en los paisajes fluviales, desde la recuperación de zonas industriales degradadas hasta la mejora de las zonas agrícolas, pasando por la naturalización del frente fluvial. Es imprescindible concienciar a la ciudadanía y garantizar la colaboración entre las diferentes administraciones para hacer frente a los retos relacionados con los cauces fluviales, como la inundabilidad y la garantía de abastecimiento.

Después de comer, Gaizka Aranguren profundizó en el problema de los azudes desde una perspectiva antropológica. Por un lado, es innegable que los azudes son coágulos que obstaculizan el paso de agua, peces y sedimentos. Por otro lado, como nos mostró en varios ejemplos, muchos de ellos son elementos de patrimonio inmaterial que generan sentimientos en la población del entorno, por lo que la comunicación y la participación ciudadana son indispensables a la hora de tomar decisiones sobre su demolición, reconstrucción o renaturalización.

Juan José Pons, por su parte, nos habló de la investigación cuantitativa que llevó a cabo con Francisco Durán, sobre la ocupación del espacio fluvial en las áreas urbanas españolas. Según sus resultados, en todo el país se han ocupado dos tercios del espacio original de los ríos y el 44 % de los usos no son compatibles con las inundaciones. Esto pone de manifiesto la necesidad de recuperar el paisaje fluvial e integrarlo en el área urbana, que es una tarea pendiente en muchos lugares, aunque también es cierto que los ríos de las ciudades son potenciales infraestructuras verdes, ya que albergan más coberturas verdes, parques y espacios agropecuarios que la media del conjunto urbano.

La siguiente fue la ponencia de Paola Sangalli, que nos explicó en qué consiste la bioingeniería, disciplina en la que se utilizan plantas autóctonas como material de construcción vivo para resolver los problemas de erosión del suelo. Comentó que los sistemas fluviales son resilientes y se regeneran en cuanto dejamos de ejercer presión sobre ellos, como quedó patente durante el confinamiento, y que es posible recuperar los servicios ecosistémicos retirando la fuente de contaminación y aplicando soluciones basadas en la naturaleza. Nos enseñó varios casos prácticos, entre los que cabe destacar el proyecto para reducir el riesgo de inundación en Bakio y mejorar el medio ambiente en el municipio, garantizando en todo momento la integración paisajística de las actuaciones en el entramado urbano.

Para finalizar, Javier Puertas reflexionó sobre el modelo de regeneración urbana del entorno de la ría de Bilbao de los últimos 25 años. Criticó la demolición generalizada de infraestructuras industriales obsoletas en el contexto del macroproyecto urbano orientado a la construcción del museo Guggenheim, lo que conllevó una desaparición masiva del patrimonio industrial y portuario. Explicó que esto contrasta con la dirección que tomaron por esas fechas otros lugares de Europa, como Manchester y la cuenca del Ruhr, que decidieron reutilizar su patrimonio industrial en los proyectos de regeneración urbana, y lamentó que no hayamos aprendido del pasado y que se estén cometiendo los mismos errores en la regeneración de Zorrotzaurre, lo que producirá el empobrecimiento de la ciudad al perder los elementos que la hacen única. Lo cierto es que es un tema en el que nunca había pensado, así que esta parte del curso me pareció especialmente instructiva, sobre todo con la visita guiada a Punta Zorrotza que tuvo lugar tras la charla introductoria, en la que vimos de primera mano a qué se refería, los elementos de memoria que se han perdido y otras maneras en que se podrían haber hecho las cosas.

El segundo día arrancó con la presentación de la Guía de buenas prácticas en materia de paisaje. Espacios urbanos fluviales, de la mano de Aída López. Este documento, cuya publicación está prevista para octubre de 2023, parte del análisis comparado de proyectos de intervención que se llevaron a cabo para responder a problemas que se dan en todo el territorio y que pueden servir de inspiración a otros municipios. Estaré atenta dentro de unos meses porque el avance me pareció muy prometedor y tengo ganas de leer la guía completa.

A continuación, Victoria Azpiroz nos habló de los Planes de Acción del Paisaje (PAP) y, en concreto, de los fluviales. Explicó las diferencias entre los PAP fluviales y los demás, los valores que se deben mantener en este tipo de paisaje, los objetivos generales, algunas de las acciones de mejora y los puntos que perfeccionar en estas herramientas. Cabe destacar que algunos PAP no son viables porque sus acciones trascienden el ámbito municipal, por lo que, una vez más, urge la colaboración entre diferentes administraciones.

Después vino una de mis ponencias favoritas del curso. En ella, Iñaki Alday nos habló del Yamuna River Project, un trabajazo que tiene como objetivo la regeneración del río más contaminado del mundo: el río Yamuna, en Delhi (India). Una de las cosas más interesantes es que, al empezar a investigar a qué se debía tamaña contaminación, descubrieron que el origen del problema no era tanto medioambiental como social y político: por un lado, la estructura de la ciudad proveniente de la colonización inglesa daba como resultado una disociación entre el bien común y el bien privado y, por otro, existía un gran problema de gobernanza, debido a la cantidad de instituciones encargadas de administrar el mismo tramo de río. Por lo tanto, además de crear un sistema de infraestructura verde para aprovechar los drenajes naturales, interceptar la basura que llega al río y llevarla a la planta de tratamiento de agua y mejorar el saneamiento de los barrios, explicaron la situación a las entidades responsables y propusieron estrategias dirigidas a la población local, como repensar la gestión de residuos (teniendo en cuenta que hay una economía relacionada con la recogida de basura) y, sobre todo, difundir toda la información que iban obteniendo. Aunque la presentación de Iñaki fue excelente, me quedé con ganas de saber más sobre un proyecto tan fascinante, así que apunté la referencia del libro para leer a fondo sobre el tema.

Margarita Jover expuso algunos de los proyectos en los que ha trabajado su oficina, centrándose en la cohabitación de la población y la naturaleza: la pasarela permeable de Zuera, cuya base fue aceptar la inundabilidad en el espacio público; el Parque del Agua de Zaragoza que, en la misma línea, asume la inundación como primer elemento y promueve el bosque ripario a escala regional; el parque de Aranzadi de Pamplona, donde, para proteger las huertas de las crecidas, se derribó un dique y se transformaron unas parcelas en bosque inundable, además de instalar setos para contener el agua y recoger sedimentos; el parque del río Kelani de Colombo (Sri Lanka), en el que se pretende conservar las llanuras de inundación y crear un parque longitudinal que forme parte del espacio público, al tiempo que se evita la gentrificación; y, por último, el Bosque Metropolitano de Madrid, un proyecto complejo en una zona que está pasando de semiárida a árida y que implica, entre otras cosas, cambios en la gestión del agua, la preservación de restos arquitectónicos, la forestación, el derribos de diques y la promoción de la movilidad lenta.

Tras la pausa tomó la palabra Juan Vilela para hablar de las intervenciones fluviales de la Estrategia de Infraestructura Verde Urbana de Vitoria-Gasteiz, como la regeneración del humedal de Salburua, la creación de un río artificial en Avenida Gasteiz o la naturalización del arroyo Zarauna en el barrio de Zabalgana. Me encanta oír hablar de esta ciudad porque, aparte del cariño que le tengo por haber estudiado allí, cada vez que la visito está más verde y me deja con una mezcla de alegría y envidia sana.

Patxi Galarraga habló de los parques fluviales como herramienta para fomentar la salud y el bienestar comunitario, enfatizando su importancia para eliminar las desigualdades en la promoción de la salud. Explicó que la planificación urbana no es neutra y que tiene que centrarse en las capas de la sociedad que más necesidades tienen para no aumentar las brechas. En ese sentido, defendió que los parques públicos deben promover la sostenibilidad, la diversidad, la equidad, los cuidados, la salud y el bienestar. Para ello, el proyecto se considera en «beta permanente», ya que se va corrigiendo a medida que pasa el tiempo, escuchando las necesidades y las demandas de la gente.

La última ponencia corrió a cargo de Nacho Cloux, que presentó el Proyecto Ríos de Cantabria. Se trata de un proyecto de voluntariado ambiental en el que se recopila información con el fin de hacer un diagnóstico del estado de salud de los ríos de Cantabria. Con el tiempo, la calidad de los datos que obtienen ha mejorado hasta el punto que les consta que los consulta la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, por lo que ahora se centran en impulsar la generación de conocimiento y la gobernanza participativa.

Para finalizar, tuvo lugar un debate entre los tres últimos ponentes, moderados por Miren Onaindia, en el que llegaron a la conclusión de que, en un contexto de crisis climática, habrá que aprender a dejar de crecer, a convivir con la naturaleza y a cambiar de hábitos.

Aparte del completísimo programa y de la calidad de las ponencias, cabe destacar la adhesión de la UIK a Erronka Garbia con el objetivo de reducir el impacto medioambiental. Me llevé una sorpresa de lo más agradable al llegar a la pausa del café (y, más tarde, a la comida) y descubrir que las mesas no estaban llenas de utensilios de plástico desechable, sino que se había hecho un esfuerzo real por reducir los residuos, además de ofrecer alimentos elaborados con productos locales y de temporada (y riquísimos, todo hay que decirlo).

¡Ha sido un placer volver a un curso de la UIK y espero poder repetir la experiencia pronto!

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