Crónica del curso de la UIK sobre resistencia a los antibióticos
Hace cinco años (¡cómo pasa el tiempo!) asistí a un curso de verano sobre la resistencia a los antibióticos en el medioambiente. Me pareció tan interesante que, cuando vi que este año se ofrecía una continuación, tuve claro que quería asistir. Aun así, estuve dudando hasta el último momento para matricularme porque este mes estoy teniendo mucho trabajo, pero al final decidí hacer el esfuerzo de apuntarme. Daba la casualidad de que una de las traducciones que me tenían ocupada en ese momento era sobre bacterias resistentes a los antibióticos, así que sospechaba que lo que aprendiera en el curso me ayudaría a afinar este proyecto.
Rompiendo los vínculos
Esta edición tuvo lugar el 11 y el 12 de julio y su título, «Rompiendo nuestros vínculos con las bacterias resistentes a los antibióticos», llamaba la atención sobre la conexión que existe no solo entre las bacterias y los seres humanos, sino también con los animales y el medioambiente, algo que se enfatizaría en varias ponencias con la mención de la perspectiva One Health.
Así, la directora del curso, Itziar Alkorta Calvo, empezó aclarando que, pese a los estragos que causan las infecciones hoy en día, las bacterias son imprescindibles para la vida: la mayor parte de los antibióticos proviene de los microorganismos del suelo y se ha descubierto que, en los ecosistemas bacterianos sanos, los antibióticos sirven como medio de comunicación entre las bacterias. Hizo un recorrido por la historia de los antibióticos, desde su descubrimiento hasta el uso excesivo e inadecuado que está poniendo en peligro la medicina actual y explicó los diferentes mecanismos de acción de los antibióticos, los mecanismos de resistencia más frecuente de las bacterias y la manera en que las bacterias se transfieren los genes de resistencia. Para hacer frente a este problema, la Organización Mundial de la Salud promueve una Semana Mundial de Concienciación sobre el Uso de los Antimicrobianos, que este año será del 18 al 24 de noviembre.
Las bacterias y la contaminación
Néstor Etxebarria Loizate nos habló de los vínculos entre los contaminantes emergentes químicos y la resistencia a los antibióticos. Explicó que gran parte de los productos farmacéuticos acaban en las depuradoras de aguas residuales, que no están preparadas para tratar este tipo de compuestos, por lo que acaban filtrándose al medioambiente. Los contaminantes no aparecen en concentraciones letales, pero sí crónicas, y todavía desconocemos los efectos de la exposición continua a largo plazo. Por eso, es de vital importancia fomentar la actividad científica y ampliar la colaboración interdisciplinar, algo que están poniendo en práctica en el proyecto BlueAdapt, en el que investigan los patógenos transmitidos por el agua en varios puntos de Europa, entre otros, el estuario de Plentzia.
Manu Soto López, por su parte, se centró en la plastisfera. Dio varios datos impactantes sobre la contaminación por plásticos en el mar y analizó las consecuencias de su introducción en la cadena trófica, desde el fitoplancton hasta los grandes consumidores: se ha demostrado que los microplásticos afectan a la digestión de los cangrejos y es habitual encontrar macroplásticos en el estómago o en el intestino de los delfínidos y los cetáceos. Además de los posibles efectos tóxicos de la bioacumulación, la presencia de microplásticos en el suelo, donde también abundan los antibióticos, puede hacer que los microplásticos se conviertan en vectores de la resistencia a los antibióticos, por lo que urge explorar métodos eficaces para paliar la presencia de ambos contaminantes.
Los vínculos con la economía
La resistencia a los antibióticos no es solo un problema médico-científico, sino que también guarda relación con la economía. De ese tema se ocupó Olof Lindahl, que nos explicó que las empresas farmacéuticas no se ven incentivadas a crear nuevos antibióticos porque con ellos obtienen muchos menos beneficios que con los medicamentos de uso crónico o con aquellos cuyo precio no está regulado. Para desvincular las ventas y la I+D en el campo de los antibióticos, propuso ofrecer becas, formar a personas expertas y promover los premios a la innovación, que motivarían a las empresas a seguir investigando en ese ámbito. Sin embargo, no hay que perder de vista que la mejor manera de evitar la proliferación de las bacterias resistentes es garantizar el uso racional de los antibióticos, por lo que defendió la importancia de fomentar el uso de métodos diagnósticos en los hospitales para administrar el tratamiento concreto para cada infección en lugar de abusar de los antibióticos de amplio espectro.
La comunicación científica: una herramienta vital
La resistencia a los antibióticos es un problema de orden mundial, pero la mayor parte de la gente no es consciente de su magnitud. Por eso, es esencial concienciar a la ciudadanía tanto de la situación como de las acciones que está en nuestra mano llevar a cabo. Eva Garmendia Espinosa, experta en comunicación científica, nos dio las claves para transmitir mensajes con eficacia: identificar el objetivo de la comunicación, conocer a nuestra audiencia (no vale decir que nos dirigimos al «público general», ya que se trata de un término demasiado difuso) y expresar la necesidad de actuar. Asimismo, mencionó los principales problemas que identificaron al elaborar el manual Reframing resistance sobre la comunicación de la resistencia a los antibióticos, como la abundante terminología, la variedad de marcos desde los que se aborda y la alta especialización de las conversaciones sobre el tema.
El cambio climático y la resistencia a los antibióticos
A estas alturas, no cabe duda de que la crisis climática afecta notablemente a nuestra salud, desde las olas de calor cada vez más intensas y frecuentes hasta los desplazamientos forzosos de las poblaciones debido al aumento del nivel del mar, pasando por la escasez de alimentos producida por las sequías. Como no podría ser de otra manera, también influye en la proliferación de las bacterias, incluidas las cepas resistentes a los antibióticos.
Aline Chiabai profundizó en la visión One Health e hizo un recorrido por la evolución del concepto a lo largo de la historia, hasta llegar a la interpretación actual, que incluye la biodiversidad, la alimentación y los factores sociales. Enumeró la gran variedad de los factores que influyen en la salud y explicó que la convergencia de varios factores tiene un impacto mucho mayor que la suma de los factores individuales. Se calcula que cambio climático puede agravar el 20 % de las enfermedades infecciosas, ya que condiciona la salud de los anfitriones al influir en las enfermedades crónicas, en el microbioma, en el sistema inmunitario y en la salud mental. Por eso, hay que entender la salud como concepto holístico y crear una red de agentes para unificar los marcos y abordar las interrelaciones complejas entre los diversos factores.
Carlos Ander Garbisu Crespo comentó que la resistencia a los antibióticos es el tema por antonomasia de la perspectiva One Health y mencionó algunos de sus numerosos vínculos con los nueve límites planetarios: los cambios en la composición de las comunidades bacterianas que causan los fertilizantes, el aumento de la concentración de antibióticos en el suelo y en el agua debido a los cambios de uso para la agricultura y la ganadería, la mayor probabilidad de zoonosis y la reducción de la diversidad microbiana como consecuencia de la pérdida de la biodiversidad… Las conexiones son infinitas, por lo que hay que estudiar a fondo el resistoma ambiental teniendo en cuenta que el contexto y la intersección son la esencia para entenderlo.
Bacterias resistentes en el entorno hospitalario
Las infecciones nosocomiales causan más de 6400 muertes al año y más de la mitad se consideran evitables. Con ese dato abrió Lucía Gallego Andrés su ponencia, en la que expuso la magnitud de las infecciones en los hospitales y la manera en que obstaculizan los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas: por ejemplo, afectan a la igualdad de género debido a los sesgos en la prescripción de antibióticos y en la asistencia sanitaria; también al fin de la pobreza, al trabajo decente y crecimiento económico y a la reducción de las desigualdades por el alto coste sanitario de estas infecciones; a la vida submarina y a los ecosistemas terrestres por la cantidad de residuos de antibióticos que acaban en el medioambiente; y a la producción y el consumo responsables porque el uso generalizado de antibióticos de amplio espectro no es sostenible a largo plazo. Una vez más, recalcó la importancia de tomar medidas de prevención y utilizar de métodos diagnósticos eficaces que permitan identificar rápidamente las bacterias patógenas y las cepas resistentes y así poder actuar de inmediato y de la manera más adecuada para cada infección.
Gobernanza y acción colectiva
Por último, Peter Søgaard Jørgensen nos presentó el concepto de las trampas evolutivas y propuso la gobernanza coevolutiva como solución para una de las trampas culturales a las que nos enfrentamos en el Antropoceno: la proliferación de las bacterias panresistentes. Este tipo de gobernanza consta de tres prioridades: cambiar nuestros modelos mentales con el fin dejar atrás un concepto de desarrollo sostenible que pone la economía en el centro y pasar a uno que reconoce que tanto la economía como la sociedad dependen del medioambiente; repensar la tecnología para evaluar si podemos depender menos de los antibióticos valiéndonos de alguna alternativa, como el trasplante de microbiota fecal; y ejercer la acción colectiva, algo que ya estamos viendo en el ámbito público, pero que también debe implicar al sector privado, pues la biosfera está controlada por unas pocas empresas. En ese sentido, nos habló del proyecto SeaBOS, que reúne a ocho de las principales empresas de alimentos marinos a nivel mundial para explorar en conjunto los riesgos y las oportunidades de dicha industria y, entre otros objetivos, ayudar a proteger las especies amenazadas, reducir el uso de antibióticos y evitar la contaminación por plásticos.
Tal y como esperaba, el curso me ayudó a entender mejor el tema sobre el que estaba traduciendo, así que salí de lo más satisfecha. Todas las ponencias fueron interesantísimas y combinaron a la perfección los conceptos más básicos con las novedades de las investigaciones en el campo de las bacterias y las resistencias a los antibióticos. Mereció la pena asistir aunque me pillara en unos días complicados y repetiría sin dudar en próximas ediciones.